Según la Declaración sobre el Derecho y el Deber de los Individuos, los Grupos y las Instituciones de Promover y Proteger los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales Universalmente Reconocidos —más conocida como la Declaración sobre Defensores y Defensoras de Derechos Humanos—, toda persona que, de manera pacífica, promueva o defienda los derechos humanos puede ser reconocida como defensora o defensor. Esto incluye a cualquier individuo, sin importar su edad, nivel educativo, profesión, si pertenece o no a una organización, o si trabaja en una institución pública o no. Lo importante es su compromiso genuino con la justicia, la igualdad y la dignidad humana.

Las personas defensoras de derechos humanos cumplen una labor esencial para mejorar nuestras sociedades. A través de su trabajo ayudan a crear una cultura basada en el respeto y la protección de los derechos de todas las personas. Lo hacen de muchas maneras: informan y sensibilizan a la comunidad sobre los derechos humanos, denuncian abusos como la discriminación, la violencia o la exclusión, y acompañan a quienes han sido víctimas de estas violaciones para que reciban apoyo, justicia y reparación. También exigen que las autoridades cumplan con su responsabilidad de proteger y respetar estos derechos, y que quienes los vulneran sean sancionados conforme a la ley.

Además, muchas defensoras y defensores ofrecen espacios de formación para que más personas conozcan y comprendan sus derechos, lo cual fortalece la participación ciudadana y empodera a comunidades enteras. En muchos casos, también investigan y documentan violaciones a los derechos humanos, lo que contribuye no solo a esclarecer los hechos, sino a evitar que estos se repitan en el futuro.

A pesar de su valioso aporte, quienes defienden los derechos humanos muchas veces enfrentan amenazas, estigmatización o incluso agresiones por parte de quienes se sienten afectados por su trabajo. Por eso es tan importante que como sociedad reconozcamos su labor, los escuchemos, los respetemos y los apoyemos. La defensa de los derechos humanos no es solo tarea de unos pocos, sino un esfuerzo colectivo que nos beneficia a todas y todos.

Proteger a quienes los defienden es una forma de proteger también nuestras libertades, nuestras vidas y nuestra posibilidad de vivir en un mundo más justo y solidario.